lunes, 5 de octubre de 2009

EL VERDERÓN CAUTIVO

 


 Basado en hechos reales.


Corría la década de los setenta y el rastro de Madrid los fines de semana era,
como una feria de colorines con un bullicioso gentío que atestaba sus calles
en ambas direcciones. En las aceras,se alineaban los puestecillos sin apenas
dejar espacio entre si,para que la gente pudiera apartarse de la conglomerada
concurrencia que transitaba por en medio de las calles. El ruido era, ensorde_
cededor,los vendedores,vociferaban sus mercancias,hasta desgañitarse y el
tumultuoso contingente se asemejaba a una verbena en la que todos los 
bailarines,se movían al ritmo de una machacona melodía empujándolos hacia
un destino incierto;de él se decía,y se dice ,que se puede encontrar todo 
aquello que no se consigue en otros mercados a lo largo y ancho de todo el
país;de modo que allí,se dan cita,ciudadanos de todos los rincones de España
y parte de los extranjeros que nos visitan como turistas.
Y era en este lugar inhóspito y lleno de ruidos,en un puesto ambulante,donde
se encontraba expuesto nuestro  pequeño amigo;había sido recluído
en contra de su voluntad,en una diminuta celdilla,construída de madera y 
alambre.Este diminuto pajarillo,apenas había echado a volar,quedó atrapado
en la red por un desalmado que puso bajo ella el cebo de unos cuantos
gusanillos tiernos,cayendo en la trampa como un pardillo fruto,de su poca
experiencia junto a otros compañeros de correrías.Llevaba ya,dos días preso
en aquel dedal y la tristeza,estaba mermando su estado de ánimo ya que
desde su secuestro no había salido tan siquiera un gorgeo de su hastiado pico
Eran, sobre las dos de la tarde de un domingo de Julio el calo era asfixiante
y el gentío pasaba de largo sin dirigir la mirada al pequeño cautivo que se
hallaba ,encima del destartalado mostrador junto a otros cachivaches puestos
también a la venta;la verdad, es que a penas se notaba su presencia; era, 
como un granito de avena la lado de una rebolonda sandía.
La gente,ya se estaba dispersando, porque la hora del cierre se produciría de
inmediato; el joven verderón,sentía hambre y mucha sed y se preguntaba cual
sería su azaroso porvenir en aquellas desesperantes condiciones en las que
se encontraba inmerso,ya que jamás volvería a reunirse con su familia si es
 que llegaba a sobrevivir.
Mientras estas cavilaciones se sucedían con desesperación en la cabecita de
nuestro pequeño amigo,el dueño del estalaje,se dispuso a recoger la mercan_
cia expuesta a la venta y en un abrir y cerrar de ojos el diminuto prisionero,
se sintió zarandeado en su exiguo cuchitril,por una fuertes manos que lo 
izaron hasta tenerle  frente a sus almibarados ojos; eran,los de un hombre alto   con muy buena planta y con cara de bonachón,que le estaban mirando llenos
de ternura,cosa que aún no había hecho su carcelero que lo veía solamente
con la codicia de una transacción  comercial.
Me lo llevo, dijo el hombre con voz aflautada;prepáremelo para que llegue
confortable a casa,y dígame cuanto cuesta este precioso ejemplar ; precisó sin
regateos.__Son cincuenta pesetas,le respondió el malencarado comerciante
con voz cazallera .
Una vez satisfecho el pago,el buen hombre de mirada serena,cogió la exigua
estancia con su valioso contenido y se la puso junto al pecho durante el tra_
yecto de camino a casa; quería evitarle cualquier movimiento brusco,que le 
llevara a la alteración de su ya,agitado corazoncito.Y con paso suave pero
acompasado,caminó hasta su casa, portando aquel tierno tesoro cerca de su
corazón. Por fin, se decía para sus adentros; he conseguido tener aquello que
deseaba y que había ido posponiendo hacía ya,tanto,tanto tiempo.
Porque él,se había criado en pleno campo,pastoreando desde muy chico,
rebaños de cabras y ovejas, por eso era que hechaba mucho de menos el 
cantar de los pájaros puesto que llevaba ya, más de una década sin escuchar 
los sonidos de la madre naturaleza. También él,de alguna manera,se sentía
cautivo en aquellas celdas de ladrillos construídas a modo de colmenas
unas encima de otras desde que se despidiera por última vez de su chozo
de paja plantado en medio de una extensa pradera y en el techo, con una
inmensa lona de un cénit estrellado,que así lucen los campos de extremadura
de la que es oriundo. Madrid, cada día,le resultaba más deprimente con el
gentío de sus calles,lo viciado de sus aires y con un cielo casi apenas sin 
estrellas; por todo ello,y porque tenía dos hijas a las que quería enseñar lo que 
él había vivido en el campo,se había encaminado aquella mañana al rastro de
Madrid a por aquel pequeño inquilino,al que albergaría en su casa a pesar
que no era demasiado grande. La distancia a recorrer hasta su casa,le sirvió,
para rememorar los primeros años de su infancia: se sintió retozar en un
esplendoroso lecho de margaritas junto a su rebaño que pastaba dulcemente,
se envolvió con el olor del orégano y las jaras ,eschuchó los esquilones y el balar de las  ovejas de regreso al redil,percibió el olor a leche recién ordeñada y se esparció en su paladar el sabor de un cacho de queso fresco recién 
sacado del cincho.Y en medio de esta ensoñación...se encontró girando la
llave en la cerradura y las niñas, que le habían escuchado llegar,estaban
plantadas detrás de la puerta dándole la bienvenida a su padre que había
estado ausente a lo largo de toda la mañana.
El asombro de las niñas, era indescriptible al ver al visitante en brazos de su
progenitor,ya que no esperaban aquel maravilloso obsequio,al haberse
cuidado muy mucho  el dar publicidad de aquel recóndito secreto;ni siquiera
se lo había comentado nunca a la esposa,de ahí que la sorpresa fue mayús_
cula para todas ellas; las niñas,la convirtieron en júbilo ya que el animalito ,era 
un regalo inusual que no habían visto nunca tan  cerca; y para la madre,que si 
los había tenido muchas veces en sus manos y los adoraba,el contento se la 
convirtió en tristeza,porque pensaba en la existencia de aquel pequeño ser,
privado de libertad para el resto de sus días; no obstante,su boca quedó sella_
da porque no sería ella,la que afeara a su marido aquella ilusión que le había
estado rondando durante tanto tiempo y que al fin hoy,había visto materializa_
da. De modo que,se hizo la ilusionada y desmigajando un cachito de pan duro
se pusieron los cuatro,a dar de comer y beber al pequeño inquilino.
El lunes, comprarían la jaula más grande y más bonita que hubiera en la tien_
da y el pienso que resultara para él más exquisito.
Cuando el verderón tuvo sus necesidades básicas cubiertas,entró en un
remanso de paz y empezó a trinar, con un ritmo que jamás había escuchado
el pastor en todos los años que estuvo en el campo; todos rieron felices y las
niñas cayeron en la cuenta,de que no habían puesto nombre al nuevo habi_
tante de la casa,y lo hicieron saber a los padre que las encomendaron a ellas
la importante decisión. La mayor,pensó ponerle Manolo nombre que andaba
de moda por haber un cantante de renombre llamado asi; pero la pequeña
que era más sagaz,lo desestimó argumentando que ,Manolo era un nombre
muy vulgar para un pájaro y que a toda costa habría de llamarse:Verdi ya que
sus trinos la habían sonado tan melodiosos,como la música clásica de ese
ilustre músico italiano llamado Giuseppe  Verdi.
Y asi fue,como desde aquel día el nombre de Verdi,iba y venía por aquella 
casa a todas horas en boca de sus habitantes.
Verdi fue tratado a cuerpo de rey en aquel hogar y aparentemente aunque
cautivo,parecía disfrutar de su estancia en ella;sus conciertos matinales,eran
escuchados a lo largo y ancho del patio de vecinos,que no escatimaban 
alabanzas por la maestría con que ejecutaba sus cantos; iba ya, para un año 
que estaba en la con ellos y el contento de todos se trasnlucía en todas las 
actividades de la casa y su dueño pensó,que sería bueno para él volar un rato 
afuera de su celda.Si,cerraría todas las puertas y ventanas y sacaría al cautivo
a ejercitar sus vuelos todos los días cuando viniera del trabajo,y asi fue suce_
diendo cada día ; esos minutos,eran  para ellos,la mejor actividad que
compartían todos juntos; iba y venía posándose en los hombros de todos y
cada uno de ellos y luego,era recluído de nuevo en la jaula sin que Verdi diese
muestras de querer ser libre pues no había protagonizado ninguna intentona
de fuga. Asi, iban transcurriendo los meses y los días habiéndose cumplido
ya,más de dos años de estancia en aquel acogedor alojamiento y el pájaro
parecía  seguir manteniendo sus escasas ansias de libertad pues cuando
salía a dar sus paseos,volvía él solo a meterse en la celda que quedaba con
la puerta abierta mientras se sucedían los entrenamientos.
Todos ,menos la esposa,pensaban que jamás batiría sus alas en el espacio
 para escapar a su encierro;era tanta la confianza que habían puesto en él,
que cierto día cuando fue sacado para el paseo diario la esposa,le advirtió
que se hallaba la rendija de una claraboya abierta y alertó al marido para que 
no lo soltara hasta haberla cerrado,pero éste no la tomo en serio diciéndola
que no sucedería nada de lo que estaba pensando,puesto que no intentaría
escaparse.Pero...su primer vuelo una vez fuera de la celda,no fueron los
hombros de sus bienhechores,si no que se dirigió ráudo hacia la rendija en 
menos que canta un gallo,dejándolos a todos menos a la esposa, con la boca 
abierta de par en par remontando el espacio hasta alcanzar el tejado del
bloque con la agilidad de un campeón olímpico.
Aquella noche, la tristeza,se alojó en todos los rincones de la casa con la
esperanza de que arrepentido pudiese volver y dejaron todas las ventanas
abiertas y por supuesto también la de su calabozo,pero no dió señales de vida.
Tres fatigosos días más, estuvieron esperando al prófugo,por si acaso se
acordaba de los atracones de pienso que le proporcionaban  en aquella 
generosa pensión,pero no hubo noticias del huído porque Verdi, no había
renunciado nunca a su libertad y de algún modo,se mofó de su dueño inspi_
rándole confianza y cuando lo tenía conquistado,lo dejó con dos palmos de 
narices...La esposa para si, se contenía un cierto regusto porque Verdi,había 
actuado de la forma que ella lo hubiera hecho también en su misma situación.
Poco a poco,fue viniendo la conformidad para todos aunque la añoranza 
surgía en los momentos más insospechados y alguna lagrima que otra res_
balaba por sus mejillas sin ponerle freno; pero ya, no había vuelta atrás
Verdi,estaría seguramente en su hábitat felizmente junto a los suyos.
Su calabozo jamás fue habitado por ningún otro inquilino ,mas se guardó 
como recuerdo a una lección de civismo que les fue impartida por un ilustre
académico verderón,licenciado en astucia.
Pero no vayáis a pensar que este fracasado intento,iba a hacer desistir a este
ingenuo pastor en su contacto con la naturaleza, que algún año más tarde,
hubo otros animales que,trajeron muchos momentos de felicidad y cuyos
finales no fueron tan venturosos.
También todos ellos,fueron llevados al papel por esta autora,atrapada de 
lleno en todas estas historias.
 
Autora: ( bruma )
 
Reservados los derechos legales.

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