martes, 6 de octubre de 2009

LA TORMENTA





A la edad de cinco años y medio. En un florido mes de Mayo. Iba a ver hecho realidad, el que sería mi segundo viaje. El primero, había sido al Parnaso. 
Un lugar mágico, que yo no tendría que haber olvidado en el resto de mi vida. Pero que sí, que lo hizo,esta cabeza de chorlito. Ya que lo olvidó por completo, durante un largo periodo de cuarenta años.
Este en cambio iba a estar almacenado en mi retina, con la frescura de un
pasado muy reciente.
Mi primo Julián el Moreno era, el sobrino preferido de mi padre. Y yo, la niña
¨Pistiña ¨( sobrenombre que me daban en casa ) que tenía embobado a todo
el entorno familiar, pendiente de mis caprichos. Que no eran de los caros
pero si, de los tortuosos como ya veréis más adelante.
Mi primo se ganaba la vida cuidando cabras a los terratenientes del pueblo.
Él y su mujer tenían instalada su residencia: En la explanada de una extensa
finca de monte bajo. Su casa era, un humilde pero acogedor chozo de paja
con un agujero en la cúspide para que pudiera salir el humo de la lumbre
que había que hacerla dentro, en la época invernal. Allí en la pequeñez del
circulo de paja, estaba todo la necesario para subsistir: Calabazas para el
agua, cacharros para cocinar, comida para unos pocos de días, camas que
se hacían sobre la marcha con palos gruesos. Los mullidos colchones eran,
de ramas de jaras, de tomillo y  todo lo que obsequiaba la madre naturaleza
en aquel generoso lugar.
Una noche,vinieron al pueblo a por viandas. Y se acercaron a visitarnos.
Y yo que estaba siempre con el culo en vilo.Como me decía mi madre. Me
emperré en querer irme con ellos a la majada a otro día. Ellos ni cortos ni
perezosos, aceptaron el cumplimiento de mi capricho seducidos por la idea.
Mi madre, guerreó para que no me llevaran aduciendo: Que yo era muy impertinente y que les daría mucho la castaña; y lo más acertado para ellos,
sería que me dejaran en tierra.
Pero a ellos, no les amedrantó para nada la advertencia hecha por mi madre
más bien al contrario, dijeron: Necesitar algo de acción en sus vidas ya que
éstas andaban por unos derroteros, un poco desabridos.Yque mis caprichos
serían para ellos, un soplo de aire fresco, en aquella vasta extensión. Tan 
trillada en su quehacer diario; ya que eran muy jóvenes y necesitaban del
contacto con la civilización para terminar de formarse como personas.
Al final mi madre cedió. Y yo me salí con la mía como casi siempre. Ganando
la batalla. Aquella noche, la pasé ¨ in albis ¨. Todo mi ser, estaba alborotado
deseando que llegará el nuevo día para emprender mi marcha hacia lo
desconocido. Las majadas y los apriscos eran, algo ignoto para esta niña de 
tan corta edad. Ni siquiera contando ovejitas, como se nos recomienda de
chicos. Llegó la modorra a doblegar aquel estallido de regocijo, que hervía
en mi pecho con el disturbio y la revuelta de un puchero colocado en medio
de las brasas de un hogaril.
Cuando llegó la Aurora, ya tenía yo los pies en el suelo. Aquella mañana, no
hubo que llamarme para ponerme en marcha. Desayuné, con la velocidad del rayo, aunque no era esa mi costumbre, pues comiendo era más lenta
que las más aventajada de las tortugas. Cuando llegaron mis primos a por
mi, ya les estaba yo esperando en la puerta de la calle,con un humilde hato,
apoyado en el umbral. El júbilo que me embargaba. Apenas me dejó dar un
par de besos a todos los míos que se encontraban en casa, ya que algunos
se iban al campo mucho más temprano que me iría yo.
Fui izada por mi madre a lomos de una hermosa  yegua de un tono dorado
brillante, con  mi prima Felisa y delante de ella; que me llevaría bien sujeta
por la cintura. Y sería mi primo, quien llevara las riendas y la delantera a la
hermosa jaca a pie Durante el periplo de unas cuatro horas hasta la llegada
al destino que con tanto ahínco me había propuesto explorar.
Cabalgando en aquel bello corcel, me sentí la niña mas dichosa, que jamás
haya podido haber nunca sobre la faz de la tierra. Esta briosa cabalgadura,
iba a ser el nexo, de unión entre la madre naturaleza y este  diminuto ser,
que tan poco o nada sabía de los comportamientos negativos con los que
a veces ésta suele desatarse. Y en estos derroches con los que ella nos obsequia. A las personas no nos queda otro remedio que encomendarnos a
 Santa Bárbara y ponernos a cubierto.Si es que tenemos  donde cobijarnos .
Porque muchas veces no queda más alternativa que aguantar el chaparrón.
Y, después de tanto tiempo de trochas y veredas, arribamos a un poblado
y extenso soto bosque, que lindaba a una gran explanada. En ella, Julián y Felisa habían instalado su vivienda; ésta consistía en un habitáculo hecho
de paja, con forma de círculo terminado en punta, y en ella un agujero  muy
pequeño para que pudiera escaparse el humo. En aquella pequeña morada.
Se almacenaba todo lo necesario para poder subsistir: Estaba la cama; la
estructura, se hacía con ramas de árboles gruesas y el colchón se elaboraba
con ramajes de toda índole,como, juncos, pasto etc. quedando  mullida y
confortable. Estaban también las calabazas para contener el agua, enseres
de cocina,ropa y las viandas necesarias para una quincena de días; porque
esas largas distancias no podían llevarse a cabo con la regularidad que a
veces hubieran deseado.Pero estaba también el ganado. Ya que se corría el
riesgo de encontrarlo diezmado por las alimañas, ya que los rediles carecían
de la suficiente seguridad, para dejarlos solos por largo tiempo.
En muy poco rato, inspeccioné todo lo concerniente al chozo que así era
como se llamaba la casa de paja. Después me dediqué a perseguir a las mariposas y a cortar margaritas, en unos inmensos mantos de blancos y amarillos para hacer unos bonitos collares según me dijo mi prima. Después
en un regato cercano, estuve chapoteando con el agua hasta ponerme a
caldo y aunque me puse perdida de barro  mi prima no me regañó ni nada.
Hasta ahora,todo me había parecido fascinante. El campo, estaba repleto
de esplendor y esparcía su mezcolanza de unos perfumes que avivaban mis
sentidos.Invitándome a la danza, e incluso a tararear la cancioncilla de un
cuento que me contaban mis hermanos: Pimpón es un muñeco más chico
que un .... La felicidad rebosaba por todos los poros de mi piel; pero llegó 
la hora de la comida y tuve que posponer mi holganza, para regodearme
con los frutos que nos obsequiaban las cabras, como su exquisita leche,
 migada con pan y un queso recién sacado del cincho según dijo mi prima.
Que estaba para quitar el sentido ya que lo había elaborado ella, con sus
propias manos. Aunque yo tenía fama de mala comedora, aquel día, me
porté como una jabata. Según mi prima era, el campo el que me había dado
las ganas de comer porque era muy saludable el aire que allí se respiraba.
La tarde, la pasé entretenida al igual que la mañana pero con una nueva
emoción, pues me llevó mi primo a ver un nido de tórtola que coronaba en el
tronco de un chaparro. Me aupó con sus recios brazos y pude ver los pollitos
que todavía no habían cambiado el plumón; con su pico muy abierto para
que les diesen de comer. Fue una experiencia maravillosa, poder ver aquel
entrañable nido ante mis ojos. Con el tiempo, serían muchos, muchos más...
Aquella tarde, fui testigo de excepción del milagroso proceso del ordeño, y
al ver como fluía la leche de las ubres de las cabras, me produjo un deber de
agradecimiento hacia aquellos desprendidos animales, que nos regalaban
aquel nutritivo Maná, sin exigirnos nada a cambio. Qué buenos eran todos 
los animales que estaban a nuestra disposición cuando los necesitábamos.
Sin ir más lejos, la yegua que nos había llevado a mi prima y a mi en su ágil 
grupa.Lo había hecho por pura condescendencia, para hacernos más fácil
el viaje. Y hay que ver con que miramiento sorteaba cualquier obstáculo en
medio del camino para que su carga, no sufriera la más leve dificultad. Pues parecíamos ir surcando los cielos en la mullida grupa del cóndor de los altos
Andes. Pues llegamos frescas y lozanas como dos lechugas recién cogidas.
Llegado el ocaso. Después de tanto holgar y tanta diversión empiezo a decir
a mis primos que yo me quiero ir a mi casa que se va a hacer de noche. Pero
ellos me contestan que no podemos irnos que tenemos que dormir allí para cuidar a la cabras  que no se las coman los lobos . Pero mi llanto, no tiene
consuelo. Mascullando entre lágrimas no dejo de decir: Que mi papá va a el
campo de día, pero que de noche se viene a dormir a su casa y yo, quiero
hacer lo que mi papá hace.Irme a casa a dormir. Por más intentonas que
hicieron para convencerme, no hubo manera de hacerme recapacitar. Y ahí
tenéis a mi primo ensillando la yegua al borde del anochecer para ponernos de camino al pueblo.
Nos pusimos en marcha, cuando estaba anocheciendo, subimos todos en la
yegua. Pues al estar oscuro, mi primo iría más seguro en la grupa, ya que los 
animales se defienden mejor en la oscuridad que las personas. El primero, 
subió mi primo, luego yo fui izada por mi prima delante de éste y ella, se las vio y se las deseó para subir, desde el tocón de un árbol, a continuación de él y después de unos cuantos  fracasos fallidos. Los tres, nos reímos con la
peripecia o al menos eso me pareció a mi. Pues pensándolo bien. No creo
que ellos tuvieran muchas ganas de risas con la noche que se les avecinaba
por mi culpa. Nos pusimos en marcha, a una velocidad flojita. No hacía ni
media hora de nuestra salida, cuando el empíreo, se tiñó de color grisáceo
oscuro. De vez en cuando, unas cintas de un brillo radiante recorren el cielo.    Y después la negrura se hunde sonando un tambor en lontananza. El miedo
se palpa en el trío, y me agarro muy fuerte a mi primo. Julián, tengo miedo le
digo llorando. No te asuste bonita que no pasa nada. Cuando venga la lluvia
todo habrá pasado. Invocaremos a Santa Bárbara para que todo esto pase...
Santa Bárbara Bendita, que en el cielo estas escrita, con papel y agua 
bendita... Al cabo de un rato, el cielo se desató sobre nosotros con un recio
aguacero que nos caló hasta los huesos. Cuando cesó de llover, el azul, se 
abrió luminoso mostrándonos una luna llena; redonda como un queso de los
que hacía mi prima. Alumbrándonos con su luz el largo trecho que aun nos
faltaba para llegar a nuestro destino. 
La yegua iba muy cansada porque el camino con el agua se había puesto
resbaladizo y porque llevaba mucha carga con toda la ropa mojada y los
tres encima.Cuando lleguemos le diré a mi primo que la ponga una buena
ración de paja y cebada. Porque si no hubiera sido por sus  gratos servicios,
aquella noche tormentosa, hubiéramos tenido que dormir al raso, mojados
como sopas, y a merced de las alimañas, que no cesaban de aullar.
Cuando llegamos a la puerta de mi casa, al abrir mi madre, se echó las manos a la cabeza diciendo: Si ya os lo dije yo, que no os la llevarais que quien con niño se acuesta...  ¨cagao ¨amanece.¨! Qué bochorno de niña !.
Y tu pájara pinta, te vas a enterar cuando vuelvas a liar algún caramillo por
quererte in con alguien. No vas a mover el trasero de aquí  aunque te bañes
en lágrimas y patalees hasta que las ranas críen pelos. ¿Entiendes?.
Aquella noche, la regañina me sirvió de cena. Me pusieron la ropa de dormir
y a soñar con los angelitos. Cinco esquinitas, tiene mi cama. Cinco angelitos que me la guardan. Dos, a los pies, dos a la cabecera. Y la Virgen María, de
delantera. Aquella noche, recé con un fervor, como nunca antes lo había 
hecho. Para hacerme perdonar por mis primos aquella barrabasada. Y todos
los de mi familia que estaban de uñas conmigo. Pues no soportaba ver a la
gente que quería enfurruscada conmigo.
No volví a la majada de mis primos durante mi niñez. Pero no piensen que
fue debido a mi desastroso comportamiento. Pues de debió A que la cigueña
planeaba constantemente sobre su chozo, dejando en él cuatro nenes como 
cuatro soles. Y ya no necesitaban de nadie que les hiciera más amenos sus días en aquel lugar olvidado de Dios y de los hombres.
Pero si que volví cuando me casé y tuve a mis hijas a la majada con mis
primos a pasar muchos días con ellos  y con los suyos que luego fueron cinco. Con la llegada de una nena, cuando los cuatro chicos ya habían
dejado de serlo, puesto que ya tenían todos novia, cuando nació la niña.
Hoy recuerdo aquellos días con gran nostalgia. Y a ellos, de los que tengo un bonito recuerdo ya que eso es lo que puedo tener. Puesto que ya han
 dejado el mundo de los vivos. Después de muchos avatares y mucho penar
para sacar a sus hijos adelante. Uno de ellos, sigue con la tradición de la
familia, el pastoreo. Es mi primo Francisco el moreno, como su padre.
Tuve el placer de verle hace poco y me causó mucha alegría. Los otros, muy
trabajadores también se han labrado todos su porvenir.
Dedicado a mis primos: Julián y Felisa.
FIN
Autora: ( Bruma )

 Reservados los derechos legales

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